Cine_ I am Sam
- Sara Rubio
- 12 nov 2015
- 2 Min. de lectura
Voy tarde, lo sé. Es de 2001 pero ha sido ahora cuando ha llegado a mí. A veces estas cosas pasan, en el momento algo así se te pasa de largo sin saber cómo. Pero de repente aparece y esta vez no la dejas ir.
Gran película. Logra hacer llegar al espectador una sensación agridulce en cada escena. Esa empatía con Sam (Sean Penn) desde el minuto 1 de la cinta. Esas ganas de traspasar la pantalla y susurrarle al oído algo así como: “no te preocupes, todo saldrá bien”. Esa montaña rusa de emociones que sientes cada vez que aparece Lucy (Dakota Famming) que consigue que estando al borde del llanto, de repente te provoque soltar una carcajada.
Una película donde el amor está por encima de todo. Un amor inocente, sin intenciones ni condiciones. El amor de un padre a su hija, a la que quizás el destino no tuvo que poner en su vida, pero que lo hizo, y ahora es él quien no está dispuesto a quitarse de en medio. Su sufrimiento está latente en cada diálogo con su abogada (Michelle Pfeiffer), en cada mirada, en cada suspiro. Una lucha de un hombre por recuperar su vida, una lucha sin armas que recuerda a David contra Goliat. Una lucha en solitario contra esa siempre incómoda tesitura en la que nos encontramos muy a menudo de “¿estaré haciendo lo correcto?”
Una interpretación magistral de grandísimo Sean Penn que te mantiene inmerso en la película durante las más de 2 horas de lucha de su personaje. Un actor que, sin duda, está a la altura de los más grandes de la historia del cine. Una película que seguro no te dejará indiferente, te sentirás atrapado por la historia, incluso días después de haberla visto.
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